Domingo 25 de abril.
Hoy si voy a trabajar y encima ya no me duele la garganta. Es este el momento donde las pruebas de fuego empiezan a pesar, y se hace un desafío doloroso ponerse firme y no fumar.
Inconcientemente, 30 minutos exactos antes de salir de mi casa, ya sentía dentro mio una rara felicidad, ¿por qué? Porque dentro de media hora, iría caminando hasta la estación de tren y en ese recorrido, me prendía un cigarrillo. Me imaginaba los monstruitos que ilustra la publicidad de Niquitin volviéndose locos de alegría que en 30 minutos les iba a dar nicotina.. la pucha.. se iban a enojar mucho.
14.36 pasa el tren, traté de salir lo mas justo posible para evitar esperar mucho en el andén. Se me ocurrió empezar a leer un libro cosa de distraerme, y sirvió! "Relatos de un naufrago" de Gabriel García Márquez fue el elegido, y realmente logré olvidarme de fumar por un rato. Una vez en Belgrano, las diez cuadras que separan la estación del kiosco, fueron largas, pero llegué.
La tarde se desarrolló tranquila, engañando a la cabeza entre mates y beldent, el problema resurgió a las 23, cuando se baja la perciana y automática, sacaba un cigarro del bolsillo, y duraba mas o menos hasta la parada del colectivo. MIERDA que dolió no prender un pucho a esa hora, entre el fresco y ese símbolo que sella un día de trabajo terminado, el pucho de las 11, estuvo realmente presente durante su ausencia.
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